Los estudios con
grupos sociales nos permiten conocer cómo se gesta el valor de la escuela de
una generación a otra. Los padres ferrocarrileros obtuvieron condiciones de
vida que les
han permitido
mantener a sus hijos más años en la escuela de lo que ellos lograron. La
escuela ya no se contempla como un recurso de movilidad social, pero sí para
obtener seguridad ante las crisis
económicas de nuestro país.
En las familias
ferrocarrileras hay una gran expectativa para que los hijos estudien más allá
de la secundaria apoyándolos con condiciones básicas para que permanezcan en la
escuela. Cuando un hijo no quiere continuar estudiando no es porque tiene que
trabajar para ayudar económicamente a sus padres, sino porque están en juego
sus experiencias personales en torno a la escuela y
en torno a lo que va construyendo como imagen de vida deseable.
Resultó paradójico
que los jóvenes que primero dijeron que había sido su elección dejar la escuela
después dijeron que se habían arrepentido. Ellos habían explicado el rechazo a
la escolaridad como resultado de la apertura hacia otras opciones de vida más
llamativas. Sin embargo, al referirse al adulto que ahora son, que tienen hijos
propios o problemas económicos que
resolver, imaginan que si hubieran seguido estudiando tendrían una vida
diferente. Con ese tipo de reflexiones, igual que sus padres, continúan
alimentando mitos en torno a la
educación, como la idea de obtener un buen empleo.
Las narraciones de
los jóvenes invitan a pensar en los estudiantes como personas que valoran la
escuela en función de la etapa de vida en la que se encuentran. Seguramente la
etapa de la secundaria es central dado que los alumnos se encuentran
presionados por otro tipo de intereses y deseos que compiten con lo que la
escuela les ofrece. Por lo anterior, es posible pensar en la deserción escolar
no sólo en función de criterios de evaluación institucionales,
sino también desde el sentido que tiene para los individuos y cómo poder
incidir en ellos.
Por otro lado, hay
que resaltar que en sus narraciones los y las jóvenes se presentaron a sí
mismos como los únicos responsables del hecho de no continuar estudiando. Ellos
reconocieron que sus
padres les dieron lo básico para acudir a la escuela y que no supieron
aprovecharlo. Con relación a sus experiencias de la escuela, aunque sí llegaron
a criticar las clases aburridas o el autoritarismo de los maestros, al fin
de cuentas dijeron que el
aburrimiento, la falta de motivación o el deseo de
dedicarse a otro tipo de vida y tener dinero tuvieron un peso importante en la
decisión de dejar la escuela.
Desde mi perspectiva,
la trayectoria escolar de los alumnos se construye a través de la participación
de diversos actores: los padres de familia, los maestros, los propios alumnos y
sus pares, entre otros. En esa construcción conjunta existen modelos culturales
que las personas manejan para interpretar el valor de la escuela, sus formas de
participar en ella y, sobre todo, para explicar las decisiones que se toman.
Con relación a las trayectorias escolares de los alumnos, los maestros
responsabilizan a los padres de la ausencia de éxito, los padres piensan
que es algo que compete sólo a sus hijos ya que ellos les brindan lo básico
para que se mantengan estudiando y, al final de la cadena, los alumnos asumen
la responsabilidad completa.
Sin embargo, es claro
que en las familias y en las comunidades en las que transcurre la vida de los
alumnos existen prácticas sociales que no fomentan el interés por continuar
estudiando, incluyendo prácticas de exclusión escolar. La cultura del romance
amoroso, las prácticas de consumo juvenil para
las que se requiere tener dinero, las prácticas escolares que no fomentan
formas alternativas de motivación de los alumnos
o que no generan actitudes de tolerancia para con los
alumnos problemáticos pueden confluir para que los estudiantes planteen
visiones sobre sí mismos alejadas de la escuela.
De acuerdo a lo
anterior, no siempre la situación económica de las familias es el principal
factor del abandono escolar, sino la perspectiva cultural que es construida en
torno a cómo los individuos pueden elegir o no continuar estudiando. La percepción que tienen de
sí
mismos los alumnos
como responsables del abandono escolar, de alguna manera exime a la escuela y a
las propias familias de la necesidad de buscar formas distintas de orientación
hacia la escolarización de los alumnos.
En un país como el
nuestro, con fuertes presiones económicas y las restricciones del mercado
laboral, puedo predecir que muchas personas seguirán aceptando y manejando un
valor general de la escuela como medio para el empleo. Sin embargo, será en sus
experiencias concretas que la escuela también seguirá siendo valorada desde la
subjetividad de los individuos.
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